La respiración es la única función del sistema nervioso autónomo que puede ser controlada y regulada por la consciencia, por lo tanto funciona como vinculo entre la dimensión psíquica y física del ser humano; es un puente de conexión entre la mente y el cuerpo. Cuando transformamos esta función, vital e inconsciente, en voluntaria y consciente desarrollamos un sentido de vivir “hic et nunc”, es decir aquí y ahora; no antes, ni tampoco después, sino en el más absoluto instante, en la más genuina inmediatez, lo que nos aporta una gran satisfacción: nos damos cuenta que vivimos el presente, que saboreamos la plenitud y la riqueza del momento. El ciclo de inspiración y espiración nos enseña a recibir y a dar porque respiramos el mismo aire que respiran los animales, las plantas y todos los seres humanos de este planeta. La respiración nos comunica los unos a los otros, nos vincula con todos y con todo para sentirnos, finalmente, en comunión con el universo. La experiencia de respirar de manera consciente nos enseña que cada momento es completo, es único. La respiración, su ritmo y frecuencia, está íntimamente ligada a los estados mentales y emocionales que experimentamos en la vida cotidiana: el miedo la inhibe y la bloquea, la ansiedad la acelera, la tristeza la ralentiza, el estrés la entrecorta y el cansancio físico la fuerza. Cada uno de los patrones de respiración es el resultado de un estado de ánimo. A nivel psicosomático, las emociones consiguen desequilibrar la respiración y los ritmos vitales, sin embargo, desde la perspectiva somatopsíquica, la persona puede reaccionar y responder reajustando y controlando voluntariamente la respiración. El resultado es la recuperación del equilibrio emocional que nos proporciona calma y sosiego. La cultura oriental siempre ha prestado una importancia trascendental a la respiración consciente o voluntaria y la ha cultivado mediante la práctica de disciplinas como Qigong, el Yoga o la Meditación.
Respirar con calidad consiste en distender y relajar la zona del bajo abdomen en la fase de inspiración, lo que facilita al músculo diafragmático moverse hacia abajo. De esta manera los pulmones disponen de más espacio en la parte inferior, entonces los lóbulos incrementan su dilatación y expansión y por tanto la capacidad de intercambio de oxigeno y anhídrido carbónico. El bajo abdomen se contrae en la fase de espiración y el diafragma vuelve a subir. El ciclo de inspiración y espiración siempre se realiza por la nariz, de manera suave, muy lenta, continua y silenciosa. Notamos la entrada del aire en las fosas nasales, oímos el ruido que genera, sentimos su temperatura, más fresca al inspirar y más cálida al espirar. El factor clave es prestar atención, darse cuenta y ser plenamente consciente de todo este proceso vital. Unos minutos respirando bien bastan para restablecer el equilibrio emocional y la sensación de plenitud.
En la respiración abdominal, también llamada diafragmática, el abdomen se hincha y se deshincha como si fuera un globo. Es la respiración innata, original y natural del ser humano, podemos comprobarlo al observar como respira un bebé en la cuna. Los adultos hemos desaprendido y olvidado el respirar bien.
La contracción y distensión de la membrana diafragmática tiene claros beneficios físicos dado que ejerce un masaje a los riñones, al hígado, al bazo, al páncreas, así como a los órganos digestivos favoreciendo el movimiento peristáltico, también ayuda a un mejor funcionamiento del tránsito intestinal al estimular el intestino grueso, y, lo más importante es que reduce el trabajo del corazón dado que actúa a modo de bomba, o segundo corazón, sobre las venas aorta y cava en el bajo abdomen facilitando la circulación venosa hacia el corazón.
Empezamos la vida con una inspiración y la terminamos con una espiración. La vida es un soplo y depende solo de nosotros darle su merecido valor. No lo olvidemos.
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