La Sabiduría Antigua afirma que venimos a este mundo a aprender y por lo tanto llama a esta existencia la “Escuela de la Vida”.
Para poder aprender, debemos estar atentos y encontrar el sentido a los acontecimientos gratos e ingratos que se nos presentan. De este modo, la vida también posee una parte “exotérica” (lo que nos sucede) y una parte “esotérica” (la causa de lo que nos sucede). La comprensión íntima de estas “lecciones de vida” es lo que nos hace evolucionar conscientemente.
Sin embargo, el hombre dormido o “profano” –es decir aquel que prefiere seguir en tinieblas- solamente percibe la superficie de las cosas, la “cara visible” de los hechos que le acontecen y por lo tanto desaprovecha una y otra vez las valiosas enseñanzas vitales, muriendo tan ignorante como ha nacido.
El hombre despierto trata de descubrir cada uno de los símbolos que se le presentan, aprovechando cada lección de la “Escuela de la Vida” y leyendo con atención el “Libro de la Naturaleza”, que suele ser más rico y provechoso que todos los volúmenes que puedan encontrarse en las bibliotecas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario